Un escalofrio repentino recorrió mi cuerpo sudado por la tensión del momento. Mientras un flujo masivo de pensamientos acudía a mi espantado cerebro la chica retiró friamente su dulce mano con sus sensuales uñas pintadas de carmín, de mi callosa mano. Se levantó enérgicamente y con una mirada firme y amenazadora me dijo:
-Voy al baño, en un minuto vuelvo.
Con voz torpe y confundida pude esbozar las justas palabras de asentimiento, pero en mi mente sólo había cabida para la imagen repetitiva de esos carnosos labios humedecidos por el último sorbo del Blue Marlyn que se había pedido.
La canción de Jazz había terminado. En el local, aparte de nosotros dos, sólo había una tercera persona con claros síntomas de embriaguez pero absorto en sus cavilaciones. El camarero del local parecía tener intenciones de cerrar el local. A mi me quedaba más de la mitad de la última cerveza que había pedido. Le dí un contundente trago y para cuando quise levantar la vista ya tenía a la chica a mi lado.
Se había recojido el cabello y su cara mostraba una extraña mirada de la que no me había percatado.
Sacó un cigarrillo de una petillera, le colocó un filtro de color violeta en la punta y le pidió fuego al camarero. Tomó una profunda calada y todavía con el humo entre los dientes me dijo:
-Nos vamos a otro sitio?
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